La autentica literatura es algo más que juntar palabras con sentido. No es complicado juntar estas palabras, darles un sentido y además disfrutar o sufrir, a veces. Ello, demuestra que es más que un deseo de expresarse lo que hay detrás, aunque para hacer literatura es obligatorio algo más. Es útil haber leído mucho y es útil, sobre todo, haber escuchado y mirado mucho para conseguir que lo escrito se eleve al nivel de literatura.
Aquí mismo, hice alusión a la noche de Sant Joan. Hoy, cuando la mayoría de personas nos hemos olvidado casi de ella, alguien la recuerda haciendo uso de las palabras y transformándolas en autentica literatura. Los pocos petardos que han sonado, han explotado y desparramado su fuerza más allá del límite previsto. Las burbujas del fresco cava que ha escarchado nuestra garganta, aunque efímeramente, aún desprenden su efecto mágico y travieso hasta hoy:
…Amb les mans a la butxaca i el cigarret penjant als llavis, em perdo pels anys ’50. L’airet i l’olor a pólvora, el perfum de les plantes, el quisso que ve a ensumar-me les cames, les musiquetes i que ja s’està fent de dia… Avui dormiré amb la porta oberta per que corri l’aire, a l’antiga, com en aquells anys en que Eisenhower era President i el món era més ingenu i més confiat… (Otger Miralles)
En tiempos de crisis, es de sobras sabido, que todo ha de durar más allá de lo que dicen las etiquetas y los impulsos. Estaría bien, racionar las proteínas que consumimos en exceso, el aceite que mal gastamos tanto como el agua o la gasolina. Sería conveniente andar más y hacerlo más lentamente para poder observar a nuestro paso lo que hay en éste andar. También, podríamos ahorrar palabras para cuando las necesitáramos de verdad, y a poder ser, conservar los bellos recuerdos, usarlos y estirarlos como si fuera la masa del añorado pan que hoy, ya no honra nuestra mesa. Ensancharlos, extenderlos, aumentarlos y desarrollarlos y de los mismos crear otros diferentes para que cobren fuerza y ennoblezcan las memorias, las mesas y cualquier obra.
"Els burgesos són beneits. Vosaltres, adoradors de la bellesa, que em trobeu flegmàtic i sense deler, hauríeu de pensar que hi ha un temperament artístic tan profund que, a causa del seu origen i del seu destí, no troba frisança més dolça ni més digna que la que sent cap a la delícia de la normalitat”. (“Tónio Kröger”, de Thomas Mann)
He leído esta mañana un artículo que incluía éste bello párrafo donde el protagonista hace referencia al hecho de no sentirse identificado en ninguno de los dos mundos que le adjudican personas de ambos. No se siente un burgués, como le piensan los artistas, ni se siente un artista como le reprochan los burgueses y considera complicado vivir entre los dos mundos, que uno por condición y el otro por devoción, ha conocido. Y así, relata su inquietud y justifica su propio mundo:
"Los burgueses están bendecidos. Vosotros, adoradores de la belleza, que me consideráis flemático y sin sentido, tendríais que pensar que existe un temperamento artístico tan profundo que, a causa de su origen y de su destino, no encuentra agitación más dulce ni más digna que el que siente y encuentra en la delicia de la normalidad."
Y puede que, precisamente, en ésta capacidad de amar esta normalidad alcance su poder el autentico artista que con su pluma, pincel o sus manos, es capaz de reflejarla de un modo inteligente que significa, a su vez, entendible para cualquier sentir que aun sin ser capaz de distinguir la esencia que empuja al artista, si lo es de captarla en todo su grandeza y esplendor
Es el instinto de supervivencia el que nos mueve desde que nacemos hasta que aflojamos amarras y nos rendimos, incluso, al hecho de abrir la boca para nutrirnos. Es un instinto el que nos guía y nos ilumina mejor o peor toda nuestra vida. Es esta necesidad de sobrevivir a nuestros sueños, quimeras o deseos quien nos empuja a alimentarnos, a aparearnos, a escribirnos, a sindicarnos y a guerrearnos desde el primer llanto hasta poco antes del ultimo suspiro. Debe ser éste, pues, el mas noble y entendible motivo que te empuja, nos empuja, para poder aprender a militar y a resistir en el olvido de una existencia, a veces, incomprensible pero siempre deseada.