Jo hi sóc si tu vols ser-hi - Lluis Llach

La autentica literatura es algo más que juntar palabras con sentido. No es complicado juntar estas palabras, darles un sentido y además disfrutar o sufrir, a veces. Ello, demuestra que es más que un deseo de expresarse lo que hay detrás, aunque para hacer literatura es obligatorio algo más. Es útil haber leído mucho y es útil, sobre todo, haber escuchado y mirado mucho para conseguir que lo escrito se eleve al nivel de literatura.
Aquí mismo, hice alusión a la noche de Sant Joan. Hoy, cuando la mayoría de personas nos hemos olvidado casi de ella, alguien la recuerda haciendo uso de las palabras y transformándolas en autentica literatura. Los pocos petardos que han sonado, han explotado y desparramado su fuerza más allá del límite previsto. Las burbujas del fresco cava que ha escarchado nuestra garganta, aunque efímeramente, aún desprenden su efecto mágico y travieso hasta hoy:


…Amb les mans a la butxaca i el cigarret penjant als llavis, em perdo pels anys ’50. L’airet i l’olor a pólvora, el perfum de les plantes, el quisso que ve a ensumar-me les cames, les musiquetes i que ja s’està fent de dia… Avui dormiré amb la porta oberta per que corri l’aire, a l’antiga, com en aquells anys en que Eisenhower era President i el món era més ingenu i més confiat… (Otger Miralles)


En tiempos de crisis, es de sobras sabido, que todo ha de durar más allá de lo que dicen las etiquetas y los impulsos. Estaría bien, racionar las proteínas que consumimos en exceso, el aceite que mal gastamos tanto como el agua o la gasolina. Sería conveniente andar más y hacerlo más lentamente para poder observar a nuestro paso lo que hay en éste andar. También, podríamos ahorrar palabras para cuando las necesitáramos de verdad, y a poder ser, conservar los bellos recuerdos, usarlos y estirarlos como si fuera la masa del añorado pan que hoy, ya no honra nuestra mesa. Ensancharlos, extenderlos, aumentarlos y desarrollarlos y de los mismos crear otros diferentes para que cobren fuerza y ennoblezcan las memorias, las mesas y cualquier obra.


Fields of Gold - Eva Cassidy

"Els burgesos són beneits. Vosaltres, adoradors de la bellesa, que em trobeu flegmàtic i sense deler, hauríeu de pensar que hi ha un temperament artístic tan profund que, a causa del seu origen i del seu destí, no troba frisança més dolça ni més digna que la que sent cap a la delícia de la normalitat”. (“Tónio Kröger”, de Thomas Mann)


He leído esta mañana un artículo que incluía éste bello párrafo donde el protagonista hace referencia al hecho de no sentirse identificado en ninguno de los dos mundos que le adjudican personas de ambos. No se siente un burgués, como le piensan los artistas, ni se siente un artista como le reprochan los burgueses y considera complicado vivir entre los dos mundos, que uno por condición y el otro por devoción, ha conocido. Y así, relata su inquietud y justifica su propio mundo:
"Los burgueses están bendecidos. Vosotros, adoradores de la belleza, que me consideráis flemático y sin sentido, tendríais que pensar que existe un temperamento artístico tan profundo que, a causa de su origen y de su destino, no encuentra agitación más dulce ni más digna que el que siente y encuentra en la delicia de la normalidad."

Y puede que, precisamente, en ésta capacidad de amar esta normalidad alcance su poder el autentico artista que con su pluma, pincel o sus manos, es capaz de reflejarla de un modo inteligente que significa, a su vez, entendible para cualquier sentir que aun sin ser capaz de distinguir la esencia que empuja al artista, si lo es de captarla en todo su grandeza y esplendor

Podría ser que la nostalgia no fuera un concebir de personas mayores o ancianas si no que fuera un sentir que sobreviene por el sencillo hecho de que cuando las cosas a tu alrededor cambian y lo hacen deprisa es muy lógico que te sientas alcanzado por una impresión conmovedora que te hace expresar en voz alta aquello que recuerdas mientras vas asimilando el cambio del que no existe otra forma de liberarse si no es a través de una queja a modo de añoranza. Dios no premia al que madruga ni quien madruga es ayudado por ninguna fuerza sobrenatural pero es posible que madrugar en día de fiesta tenga algún beneficio y éste sea el de poder purificarse del ruido pasado y prepararse para el que ha de venir mientras tienes la posibilidad de pensar en otra cosa que no sea lo habitual. Tampoco el hecho de haber bebido más de la cuenta la noche anterior al madrugón tiene premio ni es garantía de dormir como un lirón. Más bien sucede lo contrario y se duerme, si, pero se duerme mal y el día que has cometido un exceso de vino, de cava o de todo junto, duermes pero duermes poco y te levantas aun con la sensación de haber estado toda la noche subida a una noria que giraba y giraba sin detenerse. Pensar, luego, no es fácil y todo aquello que bebida se resistía a emerger aparece de alguna manera y desde otro prisma y aunque te permita escribir las letras ordenadamente y casi sin errar, sigue estando difuso, desafinado y desordenado. Mi último pensamiento sensato de anoche antes de sentir que no sentía nada, fue que tampoco Sant Joan es lo que había sido. No, no es nostalgia lo que sentí, es la prueba irrefutable que las cosas pasan muy deprisa, excesivamente deprisa. La noche de la verbena de Sant Joan hace tan solo un año, era, una noche de grandes estallidos que duraban hasta casi hasta el amanecer y dormirse entre estas explosiones era complicado pero posible porque hay un cierto placer en dormirse cuando los demás están despiertos porque ayuda a dejar de pensar de la misma manera que existe un estímulo cuando madrugas más que los demás y puedes disfrutar del silencio temprano que invita a cavilar aunque como en este caso no pienses mejor. Odio los petardos, no hay ninguna duda de ello, pero no odio que los niños y no tan niños sientan la necesidad de lanzar estos escuálidos fardos rellenos de pólvora que emanan luces que engalanan el cielo y desatan explosiones que acompañan una noche tan especial. Sin ellos, Sant Joan no es la noche de Sant Joan. Noche que ya desvaneció cuando alguien decidió no permitir las hogueras que esta noche quemaban viejos trastos y malos espíritus. Hoy, ayer, no suenan los mañaneros petardos que te despertaban de repente el pasado año. No sé si este hecho es la muestra real de que sí existe una incipiente crisis económica. No sé si deber haber habido alguna norma de última hora impuesta por los ayuntamientos tan dados a prohibir. No sé si tanta juerga y celebración empalmada hace desvirtuarlas todas y mestizarlas como se mezclan las ideas, los idiomas y las pieles. Solo sé que ayer, anoche entrada la madrugada, me dormí rápidamente por el efecto de un exceso de alcohol al que no estoy habituada, que esta mañana he madrugado plomiza y que a las 8.45 , aún no he escuchado el sonido de ningún petardo estallar.
Titanic - Kizomba
La única forma posible para no sentirse mal por ser la persona mas egoísta del mundo por el hecho de desear pequeñeces cuando tienes caudales, es la de comunicarse y expresarlo. De repente, te das cuenta que cada ser humano desea lo que ha perdido o lo que nunca ha tenido y desearía tener. De repente, piensas que no estas solo en este mundo de egoístas y que si tanto egoísmo hay en este mundo, debe ser por alguna razón más que sostenible. Debe tener alguna explicación irrefutable esto del egoísmo cuando todos, por muy bien que estemos, cuando hacemos A, pensamos que también podríamos estar haciendo X, y seguramente nos haría sentir más felices. Piensas, que la única manera de estar haciendo algo que no te haga pensar en otra cosa mientras lo estas haciendo, sean algunas causas colectivas en las que crees y que sin dejar de tener este punto de partida propio de la supervivencia que nos convierte en seres, simples seres egoístas, alejan el sentimiento de culpa y acercan el de responsabilidad hacia un compromiso que se adquiere en bien propio y en el de un colectivo que espera de quien lo emprende lo que uno mismo, sin un líder, jamás osaría empezar. Es así pues, cuando voluntades débiles se convierten en fieros lobos al estar en grupo y al encontrar su presa la devoran sin piedad. Y cuando se convierten en fans o admiradores y lo expresan a gritos, aplausos o desmayos. Es así cuando existe una razón escondida entre tantas almas y alguien, en un gesto que imagina heroico, la descubre haciéndola su lucha, su complicada batalla por la que es capaz de perderlo casi todo. Es así cuando la persona deja de sentirse mal por ser egoísta y se recrea en la ilusión de un hecho revolucionario que es capaz de cambiar su existencia y la de otros. En el fondo, pero, tampoco estas batallas que se emprenden en grupo, están exentas del mas puro egoísmo y solo las exculpa de tal vil sentimiento, vil, o sencillamente natural, el hecho de estar respaldadas por una gran minoría o una pequeña mayoría que hace verlas con ojos más puros y les ofrece un margen, un ligero consentimiento que puede acabar en gloria y victoria, en desastre, o en nada.
Es el instinto de supervivencia el que nos mueve desde que nacemos hasta que aflojamos amarras y nos rendimos, incluso, al hecho de abrir la boca para nutrirnos. Es un instinto el que nos guía y nos ilumina mejor o peor toda nuestra vida. Es esta necesidad de sobrevivir a nuestros sueños, quimeras o deseos quien nos empuja a alimentarnos, a aparearnos, a escribirnos, a sindicarnos y a guerrearnos desde el primer llanto hasta poco antes del ultimo suspiro. Debe ser éste, pues, el mas noble y entendible motivo que te empuja, nos empuja, para poder aprender a militar y a resistir en el olvido de una existencia, a veces, incomprensible pero siempre deseada.
Esta mañana, después de leer un comentario del profesor Colomer en el que explicaba que Ramón Calderé, ha tenido que pasar una noche en prisión y abonado una considerable multa por haber agredido a un miembro de la benemérita que le soltó en Sangonera, barrio de Murcia, eso tan original de “catalán de mierda a ver si dejáis de robarnos el agua”, he caído en la cuenta de que 70 años no son nada. Y he sentido que la vida es un soplo, y que si, siguen sucediendo cosas que coinciden con hechos que sucedieron ayer, hace nada menos que setenta años. He recordado de nuevo el rostro de mi padre explicando aquella vez durante el servicio militar, que le pilló en plena guerra civil, y en que fue encerrado en el calabozo por haber abofeteado a un superior que no recuerdo si era sargento, teniente o coronel cuando el era un simple soldado. Es muy probable, que si en aquella ocasión, época un poco mas complicada que la de hoy pero no mucho más, cuando aquel superior le soltó en la cara lo de “maldito rojo perro catalán”, no hubiera hecho nada y se hubiera quedado callado, pasivo y frio ante aquella desacertada ofensa, el, mi padre, no hubiera sido retenido siete días en un calabozo, pero es muy probable también que, como dice el tango, su recuerdo se hubiera detenido en el mismo instante de aquella ofensa. Gracias a su habilidad salió tocado pero ileso. O puede que fueran los siete días de aislamiento que pasó en aquel calabozo en los que debió pensar, lo hizo y dio con la respuesta que lo salvó de un castigo más severo, posteriormente, cuando al ser interrogado sobre lo sucedido y tuvo que explicar el por que de su agresiva reacción, dijo: Mi capitán, no he podido resistirme a la ofensa porque yo, no soy perro ni rojo. Y a pesar de que en su camino se perdieron algunas ilusiones, ideales y esperanzas, su olvido no destruyó su andar ni su memoria, tampoco. Su corazón, guardo aquel recuerdo que guardo yo, igualmente, como un tesoro porque supo que seria toda la fortuna que poseería en la vida. Y durmió tranquilo, sin temer a las noches pobladas de recuerdos que invadían su soñar hasta que llego su ultima noche. Paga, Calderé, paga y duerme tranquilo.